miércoles, 21 de junio de 2017

Los niños que nadie quiere adoptar en Colombia

Los colombianos le tienen miedo a la historia de un niño que no conocen. En un pasillo del Bienestar Familiar, con un parque de juegos al frente, es frecuente preguntarse de dónde viene el pequeño que está en el columpio. ¿Quiénes son los padres de la niña que va detrás de la pelota? ¿La madre biológica de esos gemelos habrá alcanzado a darles leche antes de ponerlos en adopción? Los enigmas son resueltos con especulaciones automáticas, que juntas forman un bloque tan fuerte como el concreto. Así surgen las ideas que estigmatizan y luego los retos que afronta la adopción en Colombia. Hay dos hermanos cogidos de la mano, caminan por el borde del parque. El niño debe tener 6 años, la niña quizás 4. El sol no tiene mucho efecto sobre su piel bronceada. Lo que sí resalta es el cristal de sus ojos verdes. De alguno de sus padres tuvieron que heredarlos. 


Henry Rivera y Gloria Echeverri tienen la misma edad, la misma casa y casi la misma vida, porque hace 20 años están casados. Viven en una finca en Subachoque, Cundinamarca. En su carro vienen de la congestionada Bogotá. El regreso ha sido en silencio, apenas cruzaron palabra. No es que hayan discutido. Se conocen tanto que pueden regalarse largos minutos en silencio, apenas comunicándose con gestos y miradas. A sus 46 años confían con ser papás. Nunca lo han sido y es imposible afirmar si siempre lo han querido ser. Lo único cierto es que hoy tienen corazón para agrandar la familia.

Iniciaron el proceso de adopción en febrero, después de pensarlo muy bien. Por ser mayores de 45 años solo pueden aplicar a niños con características y necesidades especiales, una condición con varias definiciones. Por ejemplo, niños mayores de cinco años. O, también, niños con una discapacidad física o una enfermedad mental de cualquier edad.

Henry y Gloria lo intentan. El hecho es que quieren ser papás y punto. Del niño o la niña negra, blanca, india, mestiza. En las valoraciones psicológicas y sociales lo han dicho y los funcionarios de la Casa de la Madre y el Niño lo están validando. El estudio que en resumen certifica su disposición es riguroso. Del diagnóstico depende que el proceso sea corto o largo. Los psicólogos deben salir de dudas. ¿Su paternidad y maternidad es un pretexto para dar vida a un matrimonio estancado? ¿Realmente hay relación?  En el carro entran a su finca por una portería que está a trescientos metros de su casa.   

“La mayoría de gente quiere adoptar niños de 0 a 4 años, sanos”, sostiene Adriana Chaves, psicóloga de la Fundación para la Asistencia de la Niñez Abandonada (FANA). Sus 20 años de experiencia en adopción sustentan su conocimiento. Afirma que a Colombia le falta cultura a la hora de acoger a un menor, aunque reconoce que los avances son lentos, pero enormes.  “Los chiquitos sanos consiguen familia rápido, incluso hay una lista de espera de papás potenciales y a los extranjeros se les restringió el acceso por el exceso de solicitudes. En cambio, los niños más grandes no encuentran quién esté dispuesto a adoptarlos”, anota.

Justamente, son las personas de otros países las que más se interesan  por aquellos niños que crecen mientras esperan en un programa de adopción. “Hay mujeres solteras en el exterior que incluso adoptan niños de 10 años en adelante. En FANA tenemos el caso de una que adoptó tres. Hoy hay grupos de hermanos para adoptar”, explica. 

En una reunión los amigos de Henry y Gloria les preguntan si ellos pueden elegir al niño que quieren adoptar. Lo niegan con la cabeza. ¿Y bebés? Tampoco, porque tenemos 47 años, dice Gloria. ¿Sólo niños grandes?, los cuestionan.  ¿Qué es un niño o una niña grande para usted?, pregunta Henry.

El amigo piensa, su mirada titubea. ¿Uno de más de 3 años? Cuando Gloria explica que solo pueden aplicar a la adopción de niños con características y necesidades especiales, ella y su esposo se ríen al ver las caras de sus contertulios. Después de una mirada cómplice, Henry saca su celular del bolsillo y les explica qué quiere decir eso de 'niños con características y necesidades especiales': “Son los mayores de 5 años. O quienes tienen una enfermedad permanente, como problemas cardiacos o renales, entre otros. Los que vienen de a tres o más, por ser hermanos. Y el adoptante deberá tener más de 25 años y 15 años de diferencia con el adoptado”. 

Para Bárbara Escobar, directora de la Casa de la madre y el niño, el debate  que generó el referendo contra la adopción por parte de solteros y homosexuales oculta el problema real. “Existen más de cinco mil niños de características y necesidades especiales que nadie quiere adoptar. ¿Qué vamos a hacer para que tengan otra oportunidad, más allá de los programas de adopción?”. Ni los solteros, ni los heterosexuales, ni los gays los voltean a ver, como si en el imaginario colectivo apenas existieran los niños pequeños. “El referendo promovido por Viviane Morales es una distracción, hay que reenfocar la discusión, el problema es quién va a acoger a estos cinco mil niños”, dice. 

Los mayores de 4 años afrontan numerosos estigmas. “A las familias les da miedo la historia, por eso es que no adoptan niños grandes, les da susto el pasado que vivieron”, explica la psicóloga Chaves. “Los adultos ya están entendiendo que los menores en el programa de adopción ya pasaron por un proceso terapéutico que les permite estar en paz con lo que vivieron y abrirse a la posibilidad de tener una familia distinta”. 

Segundo estigma: temor a que no los vean como papás. “Este proceso toma tiempo, porque las relaciones, así sean con un niño chiquito, se construyen a partir de la cotidianidad. Por desconocimiento, algunos dicen que los niños vienen con mañas propias o de su familia de origen. Y lo que uno como psicólogo les dice es que no, que ellos aprendieron una forma de funcionar, que logran adaptarse. A los que aplican les hablamos mucho de la resiliencia y lo que significa salir fortalecido de las experiencias difíciles. Esos niños tienen una capacidad resiliente muy grande y logran, finalmente, vincularse con estas personas y verlos como sus papás. 

Tercer estigma (quizás el más complejo): el económico. Tener un hijo no es igual a tener dos hijos. Las familias analizan desde el bolsillo y no desde el corazón. Para combatir cualquier reto, Bárbara Escobar tiene una recomendación que sale de su alma y, paralelamente, se fundamenta en la razón: “Cualquier papá y cualquier mamá, a la hora de adoptar, tiene que seguir el mismo proceso que seguimos los padres bilógicos. Cuando yo voy a tener a un niño, no le voy a pedir a la naturaleza que mande un ojiazul, ni que me mande un niño que mida dos metros, ni uno inteligente, sin problemas. El que vaya a adoptar tiene que tener el corazón abierto, igual que cuando tienes un hijo biológico. Venga como venga, igual lo va a adorar. Tenemos que hacer algo por los niños que no quieren adoptarlos. Cómo es posible que en Estados Unidos los adopten con los ojos cerrados y nosotros aquí no. Deberíamos aprender de su generosidad”.

Una vez superadas las pruebas psicológicas y siquiátricas, Gloria y Henry se empiezan a sentir embarazados.  La ansiedad escala: estar en lista de espera puede ser un camino superior a nueve meses. Henry ha escuchado historias de padres que han aguardado cuatro años. Los psicólogos y trabajadores sociales en la Casa de la Madre y el Niño han sido sinceros con ellos. Les dieron la confianza para que llamen cuando lo consideren necesario. Henry se comunica un día, luego el otro, y así de lunes a viernes para preguntar si ya hay un niño o una niña. La psicóloga les pide paciencia: “No han pasado cuatro meses desde que decidieron aplicar”. Henry cuelga con un presentimiento. Un día de estos él no será quien va a llamar sino que de la Casa se van a comunicar para dar buenas noticias. 

Los inquieta desconocer si será niña o niño, su edad, su salud, su cara y sus rasgos. ¿Será pequeño o alto? Seguramente será un pequeño. ¿Y si son unos hermanitos?  El día que los llaman efectivamente se cumple el pálpito. Hay un niño de 6 años y una niña de 4, hermanos. A Gloria y a Henry los pensamientos se les devuelven al plan inicial, que era adoptar un niño, no a dos. Este es el presente y están frente a la posibilidad de cristalizar su embarazo. Ya les han medido el corazón. Son las 5:00 p.m. Hay tiempo para ir al centro comercial a comprar dos camas. Aceptan sin dudarlo, lentamente, como si se estuvieran quitando un peso de sus espaldas. Mañana los hermanos Rivera Echeverri los esperan en la tarde. 

La paternidad inicia en el momento en que compran ropa, los enseres para la habitación que tenían desocupada, la comida, dos cepillos de dientes. Quieren estar preparados para todo, que no les falte nada. Sienten un montón de movimientos en el pecho, indefinibles, como si se les erizara la piel de adentro. Pero no son movimientos, son sentimientos. 

Al día siguiente se visten como quien va a una reunión de entrega de notas en el colegio. No han podido dormir. De la ternura es fácil dar el paso a la angustia.  El encuentro es en una sala soleada, de ventanas grandes, con una mesa larga y sillas. El oxígeno entra partido, a pedazos. La presión se eleva. Henry y Gloria saludan a Sebastián y a Sofía.  Primero se memorizan las caras antes del abrazo. Es el primer vínculo de sus vidas. Más que amor, hay cariño. Y mucha nobleza de parte y parte. Es evidente el susto, la torpeza de los gestos, la estatura de Sebastián, que debería estar más alto y con mayor masa muscular. La sala es un acelerador de partículas. Ahora se viene el viaje en carro de Bogotá a Subachoque. Los hermanos caminan agarrados de la mano. El hombre y la mujer que van en los asientos de al frente, son sus papás.

Henry y Gloria tienen un desafío en la educación y la salud de sus hijos Sebastián y Sofía. Si ellos quisieran matricularlos en un colegio público, no será fácil conseguir los cupos. Pero no es su caso. Ya tienen definida una institución privada.  En cuanto a su salud, como ninguno de los dos sufre una enfermedad preexistente, el plan complementario los aceptará.  Los Rivera Echeverri tienen suerte, porque si fuera al contrario, si no pudieran pagar un colegio privado o uno de los dos sufriera de epilepsia, el sistema sería implacable con ellos.

En su nueva casa, Sofía y Sebastián se ponen a llorar porque un viejo labrador se les acerca. Les da pánico, lo ven como una amenaza. Es la primera vez que ven a un perro.

En la cena, sus papás les preparan carne, arroz y ensalada. La porción servida es como para un adulto. Los hermanos se las arreglan con los cubiertos, todavía no saben cómo usar el cuchillo y el tenedor. Sofía se defiende mejor con la cuchara.

En el colegio, Sebastián acompaña a su hermana hasta el salón de clases. No permite que otros niños se le acerquen. Es territorial y, a veces, pendenciero. Por puro orgullo se pierde de hablar con sus nuevos compañeros. Pero pronto se sentirá de ahí. El arraigo se construye en cuestión de meses.  

La primera semana de convivencia, Sofía llora con frecuencia cuando no se entiende con sus papás. Henry y Gloria no tienen muchas ideas sobre cómo fijar límites a un niño. En uno de los talleres les explicaron posibles situaciones, como las pataletas. Y les hablaron de cómo construir autoridad sin ser severo. Les va a tocar aprender a regañar, a decir no, a castigar con tino y no con garrote. 

Familiares y amigos les preguntan por la crianza. “Los niños se adaptan más rápido de lo que imaginamos”, responden con convicción.

Los menores de edad con características y necesidades especiales no tienen quién los adopte en Colombia.

Un menor que es abandonado en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, automáticamente, es declarado en situación de vulnerabilidad. Se le asigna un defensor de familia que determina su adoptabilidad, tras un estudio dispendioso, en el que por ley debe explorar al máximo su familia extensa (abuelos, tíos, primos, primos segundos) o su familia solidaridaria (padrinos y madrinas), en busca de posibles responsables. El proceso puede durar hasta siete años, lo que reduce drásticamente sus posibilidades de ser adoptados. 

Se estima que hay 1.180 defensores de familia a nivel nacional y cada uno recibe un promedio de 30 casos al mes. Entre enero y abril, en la Casa de la Madre y el Niño han adoptado 30 con características y necesidades especiales. La meta en el 2017 es superar los 82 menores que fueron acogidos el año pasado. 

529 familias residentes en España estuvieron en lista de espera en el 2016, seguidas de las 344 ubicadas en Francia.

Texto: Carlos Torres
Fuente: CROMOS

domingo, 23 de abril de 2017

El drama de 303 niños que esperan por una familia



“Quiero un papá, una mamá, una familia para que me cuide”, expresa sin vacilar Manuelito, quien a sus siete años está consciente de que podría ser adoptado. Él es un niño declarado adoptable, como formalmente lo llaman las autoridades. En total hay 303 menores en el país que esperan un hogar.

El problema de los huérfanos en Guatemala es que la mayoría supera el rango de edad que los padres adoptivos buscan. No son muchas las parejas interesadas en prohijar y la lentitud de la burocracia hace que los pequeños crezcan esperando que un juez decida si los declara o no adoptables.  

Manuelito vive actualmente en la Casa Hogar Todos los Niños de Dios. Antes del ocho de marzo residía en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, pero después de la tragedia fue reubicado. El chico es el rostro de los niños que viven en casas hogares y que están ahí porque fueron abandonados, no por su rebeldía o conflictos con la ley.

De los 303 menores que se encuentran en estado de adoptables, 245 están en el rango de edad que el Consejo Nacional de Adopciones (CNA) califica como de difícil ubicación. Sus años de vida oscilan entre los 7 y 17.

Esta es la causa principal por la que las pocas familias que deciden adoptar no los prefieren, declara Rudy Zapeta, portavoz del CNA: “Las familias piden niños de cero a tres años, saludables... Para los más grandes no hay solicitudes”.

La entidad estatal reveló que actualmente hay 87 familias que están listas para adoptar; pero 72 de ellas quieren a niños de cero a tres años, y las otras 15 a menores de seis a diez, todos saludables. Esto último deja también sin posibilidad a los 58 menores que tienen alguna discapacidad y que ya fueron declarados adoptables. 



El tortuoso camino de la adopción

El proceso legal para lograr la adoptabilidad puede durar, en el mejor de los casos, nueve meses; sin embargo, la mayoría lleva años, dice el portavoz del CNA. Este también señala a la Procuraduría General de la Nación (PGN) y a los jueces de la Niñez como los responsables del retraso: “Tuvimos el caso de un niño que se tardaron 14 años para declararlo en estado adoptable”, ejemplificó.

Zapeta dio a conocer que la PGN se encarga del abrigo de los menores cuando estos son abandonados o rescatados. Además, dicha institución debe realizar una investigación para buscar a los padres o familia biológicos. No obstante, la indagación “puede durar días, meses o años”. Aunado a ello, la mora judicial retrasa más los procesos, ya que es el juez quien decide “en qué momento declara la adoptabilidad”.

Ni la PGN ni ningún funcionario de la Niñez quisieron pronunciarse al respecto.

Adopciones Internacionales

Guatemala no está preparada para retomar las adopciones internacionales, opina Mariko Kagoshima, representante adjunta de Unicef. Ella recordó el informe publicado en 2010 por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) que analizó los casos a partir de la entrada en vigencia de la Ley de Adopciones, Decreto 77-2007, donde se desnudaron las irregularidades.

Desde la creación del CNA y los cambios a la ley, Guatemala dejó de autorizar adopciones internacionales; pero aún se recuerda que la demanda fue tal que en 2008 el país se ubicó en el primer lugar como exportador de niños hacia Estados Unidos. Los padres adoptivos llegaron a pagar unos 40 mil dólares por menores. Ahora los trámites son gratuitos.

La censura a las adopciones internacionales ocurrió porque se convirtieron en un negocio que creó redes de notarios mafiosos, jueces que accedieron a colaborar a cambio de sobornos, y un incremento en el robo de niños.

Pasados los años, el escenario no ha cambiado, dice la representante de Unicef:  “Aún no existen las condiciones para abrir las adopciones internacionales. Antes debe fortalecerse el sistema de protección de la niñez”.

Ley de Adopciones

Un conglomerado de organizaciones que tienen como fin la protección familiar, representadas en la Asociación la Familia Importa (AFI), inició junto a otras entidades, como la Liga ProPatria, una campaña para solicitar al Congreso reformas a la Ley de Adopciones. La idea de ello es agilizar los trámites.

Astrid Ríos, colaboradora de AFI, declaró: “Queremos que se reactiven las adopciones internacionales y se agilicen las nacionales”.Ella defendió ese tipo de prohijamiento mencionando que deben existir parámetros de seguridad cuyo cumplimiento sea obligatorio y estén estipulados en los convenios internacionales. “Los abusos pueden ser subsanados” expresó.

También apuesta a que los notarios vuelvan a tener participación en el proceso de adopción: “Queremos darle la posibilidad a las personas que están dispuestas a trabajar con un notario a que puedan realizarlo”.  
Mientras en el país surgen voces que opinan y piden cambios a la Ley de Adopciones, la vida para los huérfanos sigue.

Su enemigo es el tiempo. Mientras crecen, pierden la oportunidad de ser niños elegibles, aunque eso no les impide soñar y ser felices en el día a día, como Manuelito, que por ahora aprende las vocales. 



Fuente: Soy 502.com

sábado, 4 de marzo de 2017

Seis niños son adoptados por familias hondureñas

Seis menores de edad hoy pueden disfrutar con sus padres la bendición que representa una familia, así lo manifestaron autoridades de la Dirección de Niñez Adolescencia y Familia (Dinaf), tras celebrar el segundo Comité de Asignación de Adopciones de 2017.

El equipo técnico del Programa de Consolidación Familiar y Representantes de los Colegios Profesionales que integran el mismo, asignaron a cinco niñas y un niño, a tres familias nacionales idóneas, las niñas y el niño asignados se encuentran entre las edades de tres hasta catorce (14) años, informaron.
encontraban en situación Legal de Abandono y permanecían con familia sustituta que el Juzgado de Letras Seccional de Siguatepeque Departamento de Comayagua le otorgó el cuidado de los mismos.

Por consiguiente, su primera opción para una adopción fue esa familia, y los cuatro restantes por consentimiento directo debidamente ratificado en los Juzgados de Familia correspondientes por parte de quienes ejercían la patria potestad de las mismas, detalló el Comité.

Las niñas y el niño asignados son originarios de Siguatepeque, departamento de Comayagua, El Paraíso, departamento de El Paraíso y del Distrito Central departamento de Francisco Morazán.

“Siendo las Apoderadas Legales de las familias solicitantes las abogadas May Len Quan Bulnes, María Selinia Moreno Suazo y Lily Castellanos, las respectivas solicitudes de asignaciones fueron presentadas en el año 2015 bajo el mandato de la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (Dinaf)”, indicaron en un comunicado.

En torno a la continuación e impulso de estos procesos, estaremos a la espera de la aceptación de la asignación por parte de las familias solicitantes en el plazo estipulado por esta dirección.

El proceso de asignación de familias se realiza priorizando las necesidades individuales y particulares de cada niña y niño, siendo este nuestro primordial interés. En ese sentido, cuando existen grupos de hermanos en estado de adoptabilidad, se toma como primera opción las familias que solicitan grupos de hermanos para no separarlos, de igual manera cuando existan condiciones especiales de salud o edad, entre otros, explicaron.

Fuente: La Tribuna

lunes, 13 de febrero de 2017

En Colombia hay más de un millón de niños huérfanos

Rafael Afanador, director de la Fundación Internacional Maranata, aseguró que actualmente en Colombia hay más de un millón de menores de edad huérfanos. El vocero de  esta organización internacional aseguró que lo más preocupante es que más del 80% de los casos se presenta debido a la situación de miseria de muchos de los padres que deciden entregarlos al Bienestar Familiar porque no tienen cómo mantenerlos.

“Lo que hemos visto es que hay más de un millón de menores en el país en situación de orfandad, ya sea porque falta uno de los padres o porque los padres prefieren dejarlos ‘botados’ en alguna parte, porque no cuentan con los medios para mantenerlos”, dijo Afanador.

Indicó que “lo que hemos observado a través de este estudio es que el Bienestar Familiar protege a 112 mil de estos menores y que la situación cada vez es más compleja con el tema de los embarazos en adolescentes, especialmente en las poblaciones más vulnerables”.

El director de la Fundación Maranata advirtió que, según el más reciente informe del Wold Family Map, Colombia también registra el índice más alto de huérfanos en América Latina. “Son lamentables y tristes los índices que registra Colombia y América Latina con estos índices de menores huérfanos, además de otros países como Brasil y Argentina; es alarmante esta situación”, precisó.

Ante esta situación, entre el 31 de enero y el 3 de febrero se celebró la primera Cumbre Global por un Mundo sin huérfanos, con la que se buscó informar y crear conciencia sobre las alternativas de protección y apoyo a los menores.

Fuente: rcnradio.com

sábado, 5 de noviembre de 2016

Panamá crea una comisión para analizar la ley de adopción



Motivados por la existencia de diferentes iniciativas legislativas, la Secretaría Nacional de Niñez Adolescencia y Familia (Senniaf) de Panamá, instaló el pasado día 1 de noviembre la Comisión Técnica para la revisión y análisis de las distintas propuestas.

En la comisión creada por la Senniaf tienen participación diferentes actores de la sociedad civil organizada, la jurisdicción de niñez y adolescencia y otras dependencias del Estado relacionadas al tema.

Los proyectos que ocupan la atención del Senniaf son el anteproyecto de ley 73, que adiciona artículos a la Ley 46 de 2013 General de Adopciones de Panamá sobre el proceso de adopción para familias acogentes, y el proyecto de ley 379, que regula la protección de los recién nacidos víctimas del abandono, la cual adiciona un artículo al Código Penal y dicta otras disposiciones, y con el fin de darle seguimiento a las recomendaciones de la Comisión Evaluadora de la Adopción y las Normas de Protección de la Infancia y la Adolescencia..

La propuesta sobre el proceso de adopción para familias acogentes, analizada en la Comisión de la Mujer y la Familia, fue presentada por la diputada Athenas Athanasiadis y busca dar prioridad a las familias al momento de adoptar, siempre que cumplan con los requisitos.

La diputada Athanasiadis explicó que la iniciativa nació después de que se dio a conocer el caso de una niña que llevaba cuatro años con una familia acogente y la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, por cumplir con las normas, se la daría en adopción a otra familia, en detrimento de la salud emocional de la menor.

‘Presentamos esta modificación que da prioridad a las familias acogentes para resguardar los derechos del niño', explicó la diputada.

En la ley vigente no se considera a la familia acogente, que es la encargada de dar resguardo familiar de forma temporal con control jurisdiccional.

Sobre el tema, la diputada mencionó que no es justo que la burocracia administrativa del sistema prolongue las etapas del proceso que están supuestas a ser temporales, complicando la vida de los menores puestos a cargo de las personas que los han acogido.

De prohijarse el anteproyecto, la ley modificaría dos artículos, el 1 y 2, señalando que cuando una familia o persona acogente desee formalizar su solicitud de adopción sobre un niño, niña o adolescente que haya sido puesto previamente bajo su guarda, puede hacerlo, siempre que cumpla con los requisitos exigidos por la ley.

miércoles, 26 de octubre de 2016

El fallido sistema de adopciones de Colombia

A más de 21.000 menores colombianos que hoy están bajo protección del ICBF se les extingue día a día la posibilidad de tener hogar dentro o fuera de Colombia. Un drama humano y social cuyas consecuencias están por verse.

Un bebé de apenas 3 meses quedó enyesado desde las piernas hasta los hombros por cuenta del maltrato que le propinaron sus padres biológicos. Tras recibir la atención médica necesaria, el pequeño fue trasladado del hospital a una institución de protección. Y de inmediato se ganó el corazón de todos cuando llegó forrado en yeso y sonriente. Era más que conmovedor ver en él tanta desgracia y al mismo tiempo su risa aún sin dientes. Con el pasar del tiempo se recuperó plenamente, y de su infortunio de hace casi tres años solo conserva la alegría. Pero el niño sigue en la institución de protección, atado a complejos trámites judiciales: aunque está claro frente a la ley que no volverá con sus padres agresores, su situación legal no se ha resuelto lo que impide entregarlo en adopción a una nueva familia.



El limbo en el que está este pequeño no es un caso aislado. El drama se repite por miles. Cada mes cerca de 2.000 menores engrosan el sistema de protección del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), que tiene 112.504 niños actualmente. El ICBF es la autoridad, pero en el país también ocho instituciones privadas están acreditadas para desarrollar el programa de adopción. Entre las más reconocidas están Los Pisingos, Cran, Fama y Casa de la Madre y el Niño.

Los menores de edad cuyos derechos son gravemente vulnerados ingresan al sistema de protección. Bien puede ser en una sede del ICBF o en una institución autorizada, donde les proveen lo básico. Según la ley, los infantes allí deberían permanecer máximo seis meses, tiempo en el que los defensores de familia tienen que surtir un proceso administrativo de restitución de derechos. Según cada caso, el defensor debe determinar si devuelve al niño a su familia original o si lo declara ‘en adoptabilidad’.

El gran lío del sistema es que de 25.056 niños y adolescentes institucionalizados un 60 por ciento está en el limbo: ni se les retorna a sus hogares de origen, ni reciben la declaración legal con que se da apertura al proceso de adopción. De acuerdo con el ICBF hay 14.914 menores declarados en vulneración de derechos y a la espera de definir su situación social y legal. Algo que puede tardar años, lustros, y en no pocos casos la niñez entera.

Los defensores de familia, funcionarios del ICBF, tienen la potestad de tomar la determinación, pero se abstienen de ello por temor a incurrir en faltas disciplinarias, pues deben cumplir el Código de la Infancia y la Adolescencia y a su vez los desarrollos jurisprudenciales de la Corte Constitucional. Y el tribunal ha emitido una serie de decisiones en las que profundiza los procedimientos con miras a garantizar los derechos de los menores. En la sentencia más controvertida, la T-844 de 2011, la corte exige que antes de que un menor sea declarado en adoptabilidad se agote la búsqueda de hogar entre sus parientes hasta el sexto grado de consanguineidad. El resultado es que los defensores no pueden definir con prontitud sin exponerse a una sanción de la Procuraduría, y mientras tanto los menores crecen sin hogar en las instituciones con un gravísimo impacto en su desarrollo emocional.

A esos casi 15.000 menores en el limbo hay que sumar otros 6.367, quienes aunque ya son adoptables tienen muy pocas posibilidades reales de dar con un nuevo hogar. Integran este grupo los niños mayores de 10 años, grupos de tres o más hermanos, y menores con problemas de salud que requieren un tratamiento especial.

Así que el panorama es abrumador: más de 21.000 menores cuya infancia se extingue día a día en el sistema de protección, ya sea porque están en el limbo jurídico o porque crecen en medio de la llamada lista de “difícil adopción”. El año pasado hubo 1.082 adopciones en toda Colombia. “Realmente hay una sola oportunidad, cuando uno es pequeño, porque después se pasa a ser un muchacho y es más difícil. Toca entonces crecer en el sistema y luego a los 18 años para afuera, mire a ver cómo se defiende en la vida”, dice Kael Sánchez, un joven de 22 años que se hizo adulto en el sistema.

“Indudablemente, buscar la familia extensa de un niño hasta el sexto grado de consanguinidad impuso una mayor complejidad pues extendió los tiempos de la búsqueda. Sin embargo, logramos subsanarlo con la reforma a un artículo del Código de la Infancia y la Adolescencia. A partir de su vigencia la búsqueda de parientes para la ubicación en medio familiar se realiza en el marco de la actuación administrativa, esto es, durante los cuatro meses que dura la misma, o de la prórroga si fuere concedida”, dice Cristina Plazas, directora del Icbf.

Crecer en una institución y no dentro de una familia produce múltiples efectos en el desarrollo de los menores. “Los niños que crecen en instituciones lo hacen con una falta de referencia, de seguridad. Les falta saberse y sentirse importantes para alguien. Para desarrollarse normalmente todo niño necesita que alguien esté loco por él y eso es lo que falta en las situaciones de cuidado colectivo”, explica el doctor Jesús Palacios, experto en psicología y protección infantil.

Un agravante adicional es que a muy pocos adultos con posibilidad de incidir en esta grave problemática les preocupa el asunto. En el Congreso el año pasado hubo una discusión al respecto, convocada por la representante Esperanza Pinzón, pero lastimosamente no logró tener mayor trascendencia. “Los niños no dan votos”, dice alguien que participó en el lánguido debate.

En un nuevo intento por lograr que todas las partes implicadas discutan y se planteen alternativas, una alianza de instituciones autorizadas para operar el programa de adopción está convocando al Primer Congreso Latinoamericano de Adopciones que se realizará en Bogotá (27 y 28 de octubre). Al encuentro vendrán expertos internacionales a discutir la situación de los miles de niños que crecen atrapados en un sistema que por pretender ser muy garantista los está haciendo prisioneros. Al fin y al cabo, les está negando, así sea con las mejores intenciones, las posibilidades de crecer en un hogar donde sean la alegría de la casa.

Fuente: Semana